Aunque el organismo humano es relativamente hábil para controlar factores estresantes graves, físicos o psicológico, el estrés psicológico crónico puede provocar varios efectos adversos.

El estrés crónico incesante puede aumentar el riesgo de sufrir una descarga de ansiedad, y de enfermedades relacionadas con la presión que van desde la hipertensión arterial y la demencia, hasta depresión. El estrés crónico también aumenta el riesgo de algunos tipos de cáncer (Thaker 2007; Jacobs 2000;Saul 2005; McEwen 1998; Liu 2010; Eiland 2010). De acuerdo con los informes de la Academia Estadounidense de
Medicina Familiar (American Academy of Family Practice) y el Departamento Ruso de Atención de la Familia (Russian Deparment of Family Care), cerca de dos tercios de las atenciones en los consultorios médicos se relacionan con el estrés (Mechanic 1978; Servan- Schreiber 2000; Saleeby 2006).

A pesar de que el estrés crónico produce efectos de salud adversos importantes, lamentablemente, la medicina convencional recurre a psicofármacos para ocultar los síntomas de los pacientes con estrés. Al mismo tiempo, las estrategias establecidas de control de estrés, generalmente no abordan las alteraciones bioquímicas, como los niveles desequilibrados de la hormona suprerrenal, que contribuyen a los efectos perjudiciales para la salud del estrés crónico (Strous 2003; Wolkowitz 1997,1999).

Las consecuencias fatales del estrés crónico
Las consecuencias del estrés crónico puede ser devastadora. Un ejemplo escalofriante es la miocardiopatía, un debilitamiento espontáneo del corazón que predispone a las víctimas a la arritmia e incluso a la muerte cardíaca súbita. Aunque aún no se comprende en forma clara el mecanismo, se piensa que los aumentos de la epinefrina (adrenalina)inducidos por el estrés crónico, estimula en exceso el músculo cardíaco, lo que altera la función y provoca una modificación atrial (Sakihara 2007; Korlakunta 2005).

Otro ejemplo impactante es una enfermedad a lo que los japoneses llaman Karoshi (muerte por trabajar demasiado); esta enfermedad fue reconocida en Japón después de la Segunda Guerra Mudial. Los ejecutivos japoneses de alto nivel, con exceso de trabajo y con estrés emocional y físico, sufrían accidentes cerebrovasculares y ataques cardíacos a tasas alarmantes cuando eran relativamente jóvenes. Los investigadores descubrieron que la muerte de estos, por lo demás, hombres saludables, fue la causa del estrés incesante. Según los cálculos del gobierno en 1990 más de 10,000 hombres mueren a causa de la Karoshi (Kondo 2010; Saleeby 2006).
El estrés prolongado se ha vinculado con una circulación elevada de marcadores de inflamación y un aumento del espeso íntima-medía,  una medida de la progresión de la arteriosclerosis (Gouin 2011; Roepke 2011). El estrés crónico aumenta considerablemente el riesgo de la ansiedad y la depresión, ya que también provoca cambios estructurales y
funcionales en el cerebro (McEwen 2004; Liu 2010). Además las personas que no controlan ni se adaptan adecuadamente al estrés crónico tiene más probabilidad de sufrir de sobrepeso y desarollar disfunción sexual (Kyrou 2008).

Cómo responde el organismo al estrés.
Cuando una persona experimenta un factor estresante físico o emocional, interno o ambiental, el organismo inicia un sistema complejo de reacciones de adaptación para ayudar a enfrentar el estrés. Esta respuesta reactiva tiene como resultado la liberación de glucocorticoides, también conocidos como hormonas de estrés y catecolaminas, los que estimulan los cambios adaptativos en varios sistemas del organismo.
La respuesta de "lucha o huida". En circunstancias a corto plazo, los cambios inducidos por el estrés priorizan las funciones que se relacionan con escapar del peligro, por ejemplo redireccionamiento del flujo sanguíneo a los músculos desde otras partes del cuerpo, aumento de la presión arterial y los niveles de glucemia, dilatación de las pupilas e inhibición de la digestión para conservar la energía. Durante este tiempo, se liberan los ácidos grasos y glucosa (glucemia), desde los sitios de depósito hacia el torrente sanguíneo, donde estarán disponibles para que los músculos los utilicen. Estos se conocen como la respuesta de lucha o huida. Este sistema de protección reactivo y adaptativo se organiza en el cerebro.
Cuando se percibe el estrés, neuronas especializadas ubicadas en el núcleo paraventricular del hipotálamo (una región cerebral  de regulación endocrina importante), responden mediante la liberación, entre otros compuestos, de hormonas liberadoras de corticotropina (HLC) y vasopresina (VP). Posteriormente, estas hormonas estimulan la liberación de hormona de adrenocorticotropa (HACT) de la hipófisis.
Después de ingresas a la circulación y llegar a las glándulas suprarrenales, la HCT estimula la producción de glucocorticoides y catecolaminas, las que luego actúan a tráves del organismo para inducir los cambios adaptativos que se mencionan en el párrafo inicial de esta sección. En forma acumulativa, esta coordinación cerebro-endocrinas incluye el eje hipotalámo-hipófis-suprarrenal (HHS).
Aunque la respuesta de la lucha o huida es sin duda necesaria para iniciar una respuesta autónoma al peligro inminente es una situación apremiante (la "prisa" que siente cuando oye un fuerte ruido inesperado,por ejemplo, es la respuesta de la lucha o huida en acción), puede ser devastadora cuando está activa, incluso a bajo nivel, durante un período prolongado (Innes 2007).

Nosotros los humanos modernos vivimos en un ambiente lleno de factores estresantes emocionales, como preocupaciones financieras y presiones de plazos en el trabajo o escuela. Todas estas preocupaciones modernas activan en forma crónica el eje HHS de una manera poco natural desde el punto de vista evolutivo, lo que lleva a niveles elevados de hormonas de estrés y cambios fisiológicos correspondientes durante el día. Esta respuesta inadaptada se conoce con el término "fatiga suprarrenal".

Algunos componentes de la respuesta de la lucha o huida son especialmente dañinos para la salud, cuando la respuesta al estrés está activa durante un período prolongado: resistencia a la insulina e hipertensión arterial (Lehrke 2008)

El aumento de la presión arterial y el deterioro de la sensibilidad a la insulina contribuyen, junto con varias irregularidades fisiológicas relacionadas con el estrés, a un estado de salud deteriorado que predispone a las personas con estrés crónico a una avalancha de enfermedades relacionadas con la edad.

Con el tiempo, los aumentos crónicos de los niveles de glucocorticoides dañan y destruyen las neuronas en la región del hipotálamo, responsable de regular la liberación de HCT (sIEGEL 2006). Esto da lugar a una activación errática o insuficiente de eje HHS y puede llevar a trastornos del estado de ánimo, como depresión ansiedad y fatiga, los que se observan habitualmente en personas que han estado bajo estrés durante un período largo.

El problema de la "fatiga suprarrenal". Un término de la medicina alternativa que generalmente acaba formando parte de las discusiones sobre el estrés es "fatiga suprarrenal". Aunque la
"fatiga suprarrenal" no es un diagnóstico reconocido en la medicina convencional, muchos médicos opinan que los sintomas que generalmente se atribuyen a la "fatiga suprarrenal" provienen de procesos patológicos multifactoriales que incluyen, entre otros sistemas, el eje HHS, y que estas enfermedades se deben tratar como tal.